25 mayo 2015

Artículo que es parte de la campaña "Pongamos de Moda la ética, la moral y las buenas costumbres", que no he logrado viralizar

ARTÍCULO[1] SOBRE EL CONCEPTO DE AMISTAD EN CICERÓN Y EN LA ANTIGÜEDAD GRECORROMANA[2]

1.-EL PROBLEMA DE LA AMISTAD EN LA ANTIGÜEDAD, ANTES DE CICERON[3]
La amistad es un valor que reviste distintos grados de importancia en el pensamiento antiguo y en la literatura anterior a Cicerón, pero siempre se plantea  desde una perspectiva  que hoy se ha perdido. En la literatura, por ejemplo, la epopeya y la tragedia celebran las amistades heroicas de la leyenda, representativas de las sociedades aristocráticas  cuyos lazos políticos toman la forma de amistad, admitiendo muchos de los grados posibles en las relaciones que los individuos crean entre sí; casos bien conocidos son los de Aquiles y Patroclo, Orestes y Pílades o el de Teseo y Heracles También retoman el tema de la amistad géneros literarios como la comedia nueva que, al parecer, sufre una mayor influencia de las escuelas filosóficas que la tragedia; y la retórica que se interesa por ésta, utilizando a menudo los resultados obtenidos por la reflexión filosófica, pues también conoce el problema práctico de la distinción que se ha de hacer entre el adulador y el amigo verdadero; únicamente la elocuencia judicial parece no interesarse en ella.

Sin embargo, parece ser que es en el pensamiento antiguo ligado a la Filosofía donde la amistad se analiza con mayor vigor, pues en los primeros filósofos como Heráclito y Empédocles ésta llega a tener una dimensión universal. Estos pensadores conciben su física a imagen de aquella relación humana y de su opuesta, al introducir la noción de movimiento a la teoría de los elementos, haciendo de la amistad y de la enemistad las fuerzas que animan la naturaleza. Jenofonte, por su parte, también trata de resolver con sus interlocuciones las dificultades derivadas de su práctica.

Para Platón y la socrática reviste un problema de gran importancia puesto que, junto al movimiento ético que de ellos arranca, brota como una contribución directa a la solución del problema del Estado. Según Jaeger la amistad para Platón parece encuadrarse dentro de su filosofía política, donde la teoría de la amistad constituye el nervio de su consideración del estado que tiene primordialmente un poder educativo. El significado de aquella es, en definitiva, para este filósofo, “la forma fundamental de toda comunidad humana que no sea puramente natural, sino comunidad espiritual y ética”, lo cual nos evidencia que para él es un problema que sobrepasa con mucho el campo de lo que en nuestra sociedad actual denominamos amistad. Connotaciones de orden político las encontraremos, según Jaeger, en obras como La Reblica y La Carta Séptima, donde Platón justifica su alejamiento de toda actividad política por la falta absoluta de amigos y camaradas seguros que puedan ayudarle en la renovación de la polis. No obstante, como nos señala Robert Combés en la introducción al De Amicitia, también se debe tener en cuenta que parte del análisis que aquel filósofo hace de la amistad en algunas de sus obras lleva, por una parte, al umbral de la teoría de las ideas y, por otra, hace de ella la única vía capaz de conducir a la belleza y a la inmortalidad. De este modo Platón da a su concepción de la amistad un matiz metafísico que al parecer se pierde en otros autores, entre los que se cuenta Aristóteles. Este filósofo es otro de los pensadores que dedicó importantes estudios acerca de la amistad. Según Jaeger la teoría que este filósofo hiciera en tal sentido desciende en línea directa de la platónica y contendría “una sistemática completa de todas las formas concebibles de comunidad humana, desde las formas fundamentales y más simples de la vida familiar hasta los diversos tipos de Estado”. Robert  Combés, por su parte, nos señala que el peripatético[4] habría reemplazado por un estudio moral y sociológico, la connotación metafísica y el análisis psicológico desarrollado por su maestro. Estos estudios estarían contenidos básicamente en las obras: Ética a Nicómaco y Ética a Eudemo, las cuales, según nos participa, describen las diversas formas que la amistad asume a través de los múltiples lazos que unen a los individuos. Estos lazos serían de índole diversa y de un espectro que iría desde una relación padres e hijos, por lo tanto de parentesco, hasta una asociación contraída por interés. Sin embargo, para Aristóteles solamente la gente de bien podría crear entre una amistad perfecta capaz de permitir la manifestación de las virtudes propias, y el conocimiento de uno mismo a través del amigo que se le asemeja. De este modo este filósofo habría unido la precisión objetiva con la fineza de una verdadera casuística, denotando con cierta discreción el compromiso afectivo que lo ligaba a sus discípulos. Por otra parte, tanto el académico[5] Jenócrates[6] como el peripatético Teofrasto[7], ambos sucesores de los grandes socráticos, retoman el problema de la amistad; pero sus obras no han llegado hasta nosotros. De las escuelas helenísticas[8] podemos decir que todas trataron seguramente por su vinculación al problema ético, centro de especulación de dichas corrientes, los puntos de vista de éstas, cuyas obras están reducidas a uno que otro fragmento difícilmente accesible para nosotros, los podemos hallar confrontados en el De Finibus de Cicerón.

2. LAS FUENTES DEL LAELIUS DE AMICITIA DE CICERÓN[9]
Parece haber consenso al advertir que el diálogo estaría influenciado por Aristóteles y la escuela peripatética. El problema que se plantea a los eruditos es por qué vías se ejerce esta influencia y cuáles son las fuentes, si es que existen, puesto que también se hallan puntos comunes en los estoicos. Además el modo ciceroniano de concebir la amistad excluiría la utilización directa de un solo autor que englobe en ella todas las relaciones que los individuos sostienen entre sí en la sociedad, y que los estudie con la precisión que él lo hace.

Según Fraisse, en el Laelius se puede distinguir, a grandes rasgos, una preocupación por definir la amistad apreciando su valor o sus fines, y un gran interés por solucionar problemas particulares derivados de la conciliación entre exigencias propias de la amistad y las propias de la moralidad. Estos problemas, nos dice, fueron abordados por Aristóteles y resueltos rápidamente por la integración de la Philia a la vida acabada reteniendo mucho la atención de Teofrasto. ¿Pero no se acercarán también estas preocupaciones a las de Panecio acerca de los deberes simples, o acciones convenientes de los que progresan por el camino de la virtud, de entre las que destacan las relativas a la sociedad, acentuando la del amor?

3. LA ESENCIA DEL CONCEPTO DE AMISTAD EN EL LAELIUS DE AMICITIA DE CICERÓN
El estudio de la esencia de la amistad lo hace Cicerón en el Laelius entre los rrafos 17 y 24, correspondientes a la primera parte de la obra, en la que el autor nos dirige una exhortación a través del personaje principal del diálogo, del siguiente tenor:

 “Yo puedo exhortaros sólo, para que antepongáis la amistad a todas las cosas humanas, pues nada hay tan apropiado a la naturaleza ni tan conveniente a las cosas, sea favorables sea adversas”[10]

Esta aparentemente inofensiva exhortación conlleva en misma toda una serie de implicancias derivadas de la amistad, según la entiende el autor, y que es delineada en primer término bajo el supuesto de que sólo puede haber amistad entre gente de bien:

 “…, pienso (…) que la amistad no puede existir sino entre los buenos”[11].

Esta sola consideración delimita el campo del tema, planteando la interrogante  acerca de quién, dadas sus características, deberá ser tenido por hombre de bien. La respuesta a lo anterior se nos da bajo la forma de una definición preliminar descrita dentro del cuadro de la vida cotidiana, puesto que por bueno se ha de entender al hombre sabio, y por tal se ha de tener a aquel hombre que participa de una sabiduría que está próxima al uso y a la vida común, no de aquella forma más elevada de saber a la que ningún mortal puede acceder. De hecho en esta definición se incluyen, a modo de ejemplo, los nombres de famosos hombres blicos que la tradición ha tenido por sabios (Cayo Fabricio, Manio Curio, Tiberio Curancanio)[12], y cuyos mayores atributos son la fidelidad, la integridad, la igualdad de ánimo, la liberalidad o desprendimiento y la constancia (fides, integritas, aequalitas, liberalitas et constantia). Cabe señalar que esta idea sobre la amistad, así como la posibilidad exclusiva de los hombres virtuosos de acceder a una verdadera semejanza, es común a toda la reflexión griega. Dado los elementos de este enunciado, se deja entrever claramente que este va a ser tratado según la categoría de lo honesto, es decir, en un rasgo de típico corte moral, que propone a la naturaleza como guía del bien vivir.

 “Juzguemos que estos buenos varones, como fueron considerados así también han de ser llamados porque siguen, en cuanto hombres pueden, la naturaleza, la mejor guía del bien vivir”[13].

Antes de desarrollar la idea de “naturaleza guía del bien vivir” se hace indispensable aclarar que para Cicerón existen dos tipos de sociedades (societas), a saber: las naturales y las sociales. Dentro de las primeras caben todas aquellas relaciones que nacen del vínculo de parentesco. Las segundas estarían configuradas por aquellos lazos que nacen de la interacción de los individuos en una comunidad determinada. En lo que al texto respecta, dentro de esta clasificación se destaca la relación de amistad, basada en el afecto o bienquerencia (De Amic., V, 19). Retomando el desarrollo de la idea “naturaleza guía del bien vivir” se debe entender como tal el hecho de que el hombre nacería con una disposición determinada para establecer ciertos lazos con sus congéneres, de entre los cuales la amistad tendría un rango superior incluso al vínculo de parentesco, por tener como elemento sustrato  a dicha relación al afecto o amor de bienquerencia (benevolentia). Dicho de otro modo, el parentesco, en cuanto tal, es un vínculo que se basta a mismo, no así la amistad, toda vez que ella requiere para su nacimiento y permanencia del citado elemento afectivo. Es importante  tener presente que a esta característica peculiar debemos agregar  el requisito que en cuanto sociedad ha de ser conformada por hombres de bien, es decir por hombres sabios. El razonamiento anterior, que termina demostrando que la fuerza de la amistad, como lazo afectuoso, puede colegirse del hecho de que siendo tan extenso el género humano une solamente a dos o a pocos, nos conduce a la siguiente definición:

“Pero la amistad no es otra cosa que un común acuerdo de todas las cosas divinas y humanas con benevolencia y afecto; ciertamente no conozco nada mejor, excepto la sabiduría, que haya sido dada al hombre por los dioses inmortales”[14] .

Robert Combés nos dice que esta definición nos sugiere a la amistad como la forma suprema del lazo social que la naturaleza instituye entre los hombres, así como el bien supremo. Fraisse, por su parte, cree ver en ella un esfuerzo por conciliar una visión cósmica de la amistad, conforme a la inspiración estoica, pero también heredada de Pitágoras o de Empédocles y una experiencia psicológica sobre la que Aristóteles habría insistido más que ninguna otra. Mirada desde esta perspectiva nos cabe decir que la definición a la que aludimos precedentemente es una especie de amalgama, tanto en su enunciación como en su desarrollo, ya que si bien es cierto que ésta hace referencia a un orden universal y a un acuerdo racional, que viene a humanizar la benevolencia afectuosa, en el desarrollo que se hace de la misma en el capítulo VI del 20 al 24 de De Amicitia, se nos describe como un bien superior a otros de índole circunstancial e incierta como las riquezas, la buena salud, el poder o los placeres; pero que aparentemente deviene en un valor menor que el de la virtud, que la genera, y sin la cual no podría existir de ninguna manera (De Amicitia, VI, 20).

De este modo podemos concluir que la amistad, como impulso conforme a la naturaleza, nace de una actividad propia del hombre que lleva a los honestos a contraer un tipo de sociedad escogida que abarca todas las preocupaciones: intelectuales, morales o cívicas, y de la cual se espera una felicidad necesariamente común y un agradable intercambio de atenciones, características propias de la humanidad que se hace más perfecta cuando se comparte.

4. ORIGEN DE LA MISTAD EN EL LAELIUS DE AMICITIA DE CICERÓN
La exposición que se hace sobre el origen de la amistad –entre el capítulo VIII, 26 y el IX, 33 de Laelius- va a consignar un problema tradicional de la filosofía griega: ¿la amistad se hizo necesaria por la debilidad del hombre tomado aisladamente, o bien se inscribe en nuestra  naturaleza y corresponde a un acabamiento de esta última?. El desarrollo de esta exposición se va a dar desde la perspectiva de lo que Fraisse denomina la oikeiosis, es decir de ese sentimiento de apropiación o de conciliación que une a los hombres en reciprocidad de afecto, a través del siguiente argumento:

“En efecto el amor, a partir del cual la amistad ha sido nombrada, es el factor principal para unir con benevolencia”[15].

Con lo anterior se insiste nuevamente en la ventaja que tiene la amistad escogida en relación al efecto familiar, por cuanto aquella se funda en el parentesco de carácter que atrae mutuamente a los hombres de bien (De Amic., VIII, 27), y que, en cuanto sociedad ligada por la atracción de la probidad y virtud mutua, va a hacer que la naturaleza individual revele a la naturaleza en general. De modo que si alguna utilidad se desprende de ella lo es sólo como consecuencia de un trato que no considera tenerla como un fin en misma.

“En efecto, nada hay más amable que la virtud, nada que atraiga más a amar, como que a causa de la virtud y de la probidad en cierto modo amamos también a aquellos que nunca hemos visto”[16].

Lo anterior viene a reforzar el argumento de la ventaja que constituye la amistad como lazo afectivo frente a otras sociedades, puesto que la virtud, que es uno de los elementos constitutivos, es capaz de atraer el amor incluso de aquellos que no conocemos.

Contra la idea epicúrea de que el intercambio de servicios o que la necesidad es el punto de partida de la amistad (De Amic., VIII, 26), se nos hace ver que el don particular de los sabios para mantener una relación de amistad radica en que aquellos encarnan la fuerza del alma y de la autonomía, dejando en evidencia la paradoja que significa el que un sentimiento nacido de la debilidad encuentre  su plenitud precisamente allí donde nada es debilidad. Aún s, es la propia autarquía la que nos induce a encontrar más placer en entregar  que en recibir algún beneficio, y la que, sin buscar tal o cual forma de placer, los hace gozar ante todo de una especie de emulación en la magnanimidad y la liberalidad. Por lo que debemos entender que, si la naturaleza es la engendradora  del sentimiento de dilección y amor, una vez mostrada la probidad y la virtud, no puede ser otra que la naturaleza el origen de la amistad.

La segunda parte del texto ciceroniano nos confirma el rol que juega la idea de benevolencia, enunciada en la primera e integrada a la esencia de la amistad como correctivo de la simple identidad de puntos de vista implicados por la concordia. Ahora se nos la presenta como una disposición espontánea que se despierta por la presencia de un hombre virtuoso, y de la cual se espera se transforme en goce y luego en beneficencia sin perder su fuerza inicial. Cicerón concluye esta segunda parte a través de un silogismo que en su estructura interna apunta a reforzar su tesis de que el origen de la amistad hay que encontrarlo en la naturaleza, y a refutar la posición utilitarista.

“Porque si la utilidad conglutinase las amistades, mudada ella misma las disolvería. Más porque la naturaleza no puede ser cambiada, por esto las verdaderas amistades son eternas”[17].

5.-CONCLUSIÓN
Es evidente, que Cicerón trata una problemática común a todo el pensamiento antiguo grecorromano, con muchos puntos de encuentro en el tratamiento de la misma, que recoge y hace suyos. Sin embargo, su obra es también un llamado moral a la Roma de su tiempo, como espectador de un mundo en crisis, de una sociedad que se derrumba y de una estructura política que muere irremediablemente. De ahí el llamado que hace a sus conciudadanos, de anteponer la amistad a toda cosa humana, ya que aquella es un impulso noble conforme a la naturaleza de los hombres buenos, cuya esencia es la  benevolencia y la virtud, condición propia de hombres sabios, siempre ligados a una actuación pública y, por ende, de servicio a la comunidad. Finalmente, la definición que nos da de la amistad que no es otra cosa que “un común acuerdo de todas las cosas divinas y humanas con benevolencia y afecto”, no puede ser otra cosa que un esfuerzo de proponer que la relación vertical que tienen los hombres con lo divino, devenga consecuentemente en una relación de fidelidad, de  integridad, de igualdad de ánimo, desprendimiento y constancia entre los hombres, en el compartir del quehacer existencial cotidiano; especialmente entre aquellos que se sitúan en la esfera de lo público obligados, por esa razón, a trabajar y velar por el bien común.

BIBLIOGRAFÍA
-Torres Canales, Adrián; El concepto de Amistad en Cicerón, ¿un ideal que hemos perdido?, Edición: Jaime Ferrer Mir, Primera Edición: julio de 2014, Santiago de Chile



[1] Realizado para la Revista Occidente
[2] Basado en el libro de Adrián Torres Canales: El concepto de Amistad en Cicerón, ¿un ideal que hemos perdido?, Edición: Jaime Ferrer Mir, Primera Edición: julio de 2014, Santiago de Chile.
[3] Marco Tulio Cicerón: Nació en Arpino el año 106 A.C., Es considerado el más elocuente de los oradores romanos que tuvo participación activa en la política contingente de su tiempo. (Vid. Karl Büchner, cit., p. 146 y ss.; cf. Nuevo Pequeño Larousse Ilustrado, diccionario Enciclopédico, Ed. Larousse, B.A., 1962).
[4] La escuela peripatética no es otra que la escuela fundada por Aristóteles, en el Liceo, Atenas el año 335 a J.C.; llamada así porque le gustaba enseñar paseando (M.F. Sciacca, op. Cit., cap. IV., p. 106). (Vid. José M. Pabon, dic. Manual Griego-Español,  talleres gráficos de BIBLIOGRAF, S.A., Barcelona, 1967, séptima edición, s.v.).
[5] la Academia: Escuela filosófica que recibe este nombre por haber sido fundada por Platón en los jardines consagrados al roe Academos. (ibid, p. 447).
[6] Filósofo griego, nacido en Calcedonia, discípulo de Platón, cuya doc- trina se esforzó por conciliar con el pitagorismo. 406-314 a.de J.C. (Vid. M.F. Sciacca, op. cit., pag. 103).
[7]   Filósofo griego, que sucedió a Aristóteles en la dirección del Liceo. 372-387 a. de J.C. (ibid pág. 126).
[8] Como helenística se denomina toda una época que va probablemente desde fines del siglo IV A.C. hasta el VI D.C.; las corrientes filosóficas más importantes de este período son el epicureísmo y el estoicismo. (Vid Michelle F. Sciacca, Historia de la filosofía, Editorial Luis Mira- cle S.A., Barcelona, 1962, cuarta edición, Cap. V., p. 128 y ss.).
[9] Laelius De Amicitia, se halla entre las denominadas obras filosóficas de Cicerón. (Vid.  Karl Büchner, Historia de la Literatura Latina. Editorial Labor S.A., Barcelona, 1968, p. 148 y ss.; Ettore Bignone. Historia de la Literatura Latina, Editorial Losada S.A., Buenos Aires, 1952, p. 169 y ss.).
[10] “Ego vos hortari tantum possum, ut amicitiam omnibus rebus humanis anteponatis; nihil est enim tam naturae aptum, tam conveniens ad res vel secundas vel adversas, (De amicitia V, 17)”.
[11] “…, sentio (…), nisi in bonis amicitiam esse non posse” (De Amic, V.18).

[12] Caius Fabricius Luscinus, cónsul en 282 et 278 av. J.C.; Manius Carius Déntatus, cónsul en 280, 275 et 274, et Tibérius Curancanius, cónsul en 280, étaient des amis (Vid. Robert Combés, op. cit., p. 13, nota 1).
[13] “hos viros bonos, habiti sunt, sic etiam apellandos putemus, quia sequantur, quantum homines possunt, naturam optiam bene vivendi decem”. (De Amic., V, 19)
[14]Est enim amicitia nihil aliud nisi omnium divinarum humanarumque rerum cum benevolentia et caritate consensio, qua quidem haud scio an, excepta sapientia, nihil melius homini sit a dis inmortabilus datum. (De Amic., VI, 20)”.

[15] “Amor enim, ex quo amicitia nominata est, princeps est ad benevolentiam coniungendam. (De Amic., VIII, 26)”
[16] “Nihil est virtute amabilius, nihil quod magis adliciat ad diligendum, quippe cum propter virtutem et probitatem etiam eos, quos numquam vidimus, quodam modo diligamus. (De Amicitia, VIII, 28).
[17] “Nam si utilitas amicitias conglutinaret, eadem commutata dissolveret. Sed quia natura mutari non protest, idcirco verae Amicitiae sempiternae sunt (De Amic., IX, 32)”.