ARTÍCULO*
AUTORES: Adrián Torres Canales, Licenciado en filosofía, Universidad de Chile, MA, MBA, PhD ©. Mauricio Riadi Mahias, Licenciado en Ciencias Políticas, UTEM; Diplomado en RRII, UTEM.
La intelectualidad del mundo se encuentra, hoy,
inmersa en una discusión acerca de los límites de la razón, la legalidad del
conocimiento científicotécnico, el fin de las disciplinas, el fin del sujeto y
de la historia, la falacia del progreso y del desarrollo, y la emergencia de
nuevos referentes y valores. En tal sentido, el debate epistemológico se ha
vuelto particularmente álgido y, frecuentemente, es asumido como crítica a la
Razón Instrumental, al cientificismo y a las perversiones tecnológicas,
especialmente aquellas que tienen implicaciones ecológicas y sociales. Como
consecuencia, todo el conocimiento, tanto el que se refiere a los átomos y las
moléculas, como al mundo biológico, al hombre o a la sociedad, está siendo
sacudido por una nueva visión del mundo, la cual, dicho sea de paso, amenaza
incluso al propio concepto de “disciplina” y anuncia su desaparición. Así pues,
la actual discusión acerca de los límites de la razón científicotécnica y la
fundamentación del concepto y la práctica “disciplinaria”, estimulada por la
denominada “crisis de la modernidad”, ha conducido a una nueva manera de
aproximarse al conocimiento, bien sea éste natural o social, y a repensar la
academia junto con las instituciones que le sirven de asiento. Esta crisis de
los paradigmas de la modernidad, la introducción de la idea de “caos” en la
ciencia y la aparición de la noción del pensamiento complejo, está afectando no
sólo la visión de nuestra cultura occidental sobre el universo, sino que tiene
efectos devastadores sobre el modo mismo de pensar y hacer, y especialmente
sobre la práctica pedagógica y académica actual.[1] (Ferguson,
2003)
“La educación, como proceso de formación de los seres
humanos para la sociedad, se encuentra determinada por los requerimientos del
ser social. Ésta se valida toda vez que mantiene coherencia con los paradigmas,
categorías, o las bases epistemológicas de un determinado cuadro científico de
mundo o imagen de éste.” Es necesario develar que las crisis o problemas que
tiene el proceso educacional actual, “obedecen a un movimiento objetivo de
tensiones dadas por las necesidades sociales y los obstáculos de las micro y
macro relaciones de poder sustentadas en paradigmas clásicos”.[2] (Taeli
Gómez, 2010)
La educación es una práctica social, y la evaluación,
uno de sus principales componentes y compromisos. No se concibe la educación
sin la evaluación. En los últimos veinte años hemos asistido a la
resignificación del concepto y al análisis de sus repercusiones en el ámbito
escolar, aspectos que han sido abordados desde diferentes perspectivas.
Reconocemos la fuerza que ha tomado la evaluación cualitativa; inclusive, en
algunas instituciones se ha generalizado y reglamentado, pero consideramos que
esto no ha bastado para comprender su verdadera dimensión e incidencia en el
proceso enseñanza- aprendizaje. (Hernández
Barbosa & Moreno Cardozo, 2007)
Uno de los retos de la educación es dotar a la
ciudadanía de los recursos que le permitan construir las oportunidades que se
vislumbran en el actual contexto de crisis. El
paradigma de la complejidad emerge del diálogo entre una forma de pensar, un
marco de valores y un modelo de acción que incorporan los principios de la
ciencia contemporánea (estructuras, relaciones, organización, procesos…)
Incorporar los principios de la complejidad a la educación comporta preguntarse
cómo dichos principios hacen reconsiderar aspectos como el modelo de
pensamiento, la relación entre disciplinas de conocimiento, la planificación de
la acción, la relevancia de las emociones y la forma de abordar la
investigación didáctica..[3] (Joseph
Bonil et al., 2010)
Para Tobón el problema de la formación de hoy es que
está basada en competencias, pero desde un pensamiento simple y existe un gran
vacío en cuanto al enfoque epistemológico desde donde se aborda esta
perspectiva. Por lo que llama a diseñar un currículo y orientar la formación
humana con base en competencias desde el pensamiento complejo, fundamentado en
tres ejes: (1) análisis de elementos básicos del pensamiento complejo aplicados
a la formación humana; (2) construcción de un concepto complejo de competencias
y de competencias laborales; y (3) descripción de algunas pautas básicas desde
el pensamiento complejo para diseñar programas educativos por competencias.
Concluye, que es necesario pasar del paradigma simple a la lógica compleja
cambiando nuestra manera de pensar.[4] (Tobón,
2003)
Maldonado, plantea que “Existe un creciente interés por los temas acerca de la
educación y la pedagogía en su relación real, necesaria o posible con la
complejidad.” Por lo que hay que resolver el problema de la relación entre
educación y complejidad, en el marco de las ciencias de la complejidad. La
tesis que se defiende es que en el mundo actual el espacio apropiado de la
educación en general ya no es el de las ciencias sociales, ni siquiera el de
las aplicadas, sino, más adecuadamente, es el de las ciencias sociales del no
equilibrio (NESS por sus siglas en inglés); esto es, en un sentido más amplio,
las ciencias de la complejidad. Algunas conclusiones tienden a resaltar el
significado cultural de las relaciones entre educación y pedagogía con las
ciencias de la complejidad..[5] (Maldonado,
2014)
Así dentro de la reflexión Universitaria, podemos ver
y destacar la complejidad de la realidad y la ciencia y sobre la necesidad de
diferentes epistemologías y formas plurales de entenderlas. Flores, concluye
que es urgente ser competentes para afrontar la complejidad, que es necesaria
la convocatoria para la innovación ya que el mundo es dinámico, cambiante y
complejo y que esta realidad compleja plantea desafíos permanentes para la
universidad: hacer una síntesis entre saber y profesión que permita el esfuerzo
permanente de construir y constituir vida intelectual. [6] (Flores,
2015)
Los modelos didácticos alternativos al tradicional se
han fundamentado, en tres perspectivas teóricas: la pedagogía crítica, el
constructivismo y el paradigma de la complejidad. Por otro lado, resulta clave
la discusión en torno al significado e importancia de la educación para la
sostenibilidad y en nuestro caso su relación con la educación científica; desde
esta perspectiva el paradigma de la complejidad constituye un nuevo marco de
referencia adecuado para comprender nuestro mundo y actuar en relación con los
problemas sociales y ambientales.[7] (Josep
Bonil & Pujol, 2005)
En la teoria de la complejidad existen siete saberes
«fundamentales» que la educación del futuro debería tratar en cualquier
sociedad y en cualquier cultura sin excepción alguna ni rechazo según los usos
y las reglas propias de cada sociedad y de cada cultura. Además, el saber
científico sobre el cual se apoya este texto para situar la condición humana no
sólo es provisional, sino que destapa profundos misterios concernientes al
Universo, a la Vida, al nacimiento del Ser Humano. Aquí se abre un indecidible
en el cual intervienen las opciones filosóficas y las creencias religiosas a
través de culturas y civilizaciones.[8] (Torres Ortega, 2016)
Según Santos Rego, podemos
defender la idea de que
la construcción de una pedagogía Holística puede ayudar a realizar una mejor
gestión de la complejidad en educación. Tal perspectiva responde a la voluntad
de contrarrestar los rescoldos de una visión newtoniana-cartesiana de la
realidad, de tintes fundamentalmente reduccionistas, y estaría en línea con un
enfoque, común a Dewey y Vygotsky, entre otros, crítico hacia parte importante
de la teoría social europea del siglo XX, que no se ha recatado en separar
mente y cuerpo y que llegó a concebir la construcción del sujeto al margen de
la historia y de las condiciones sociales. El sentido holístico de la acción
pedagógica exige mayor equilibrio entre tres clases de aprendizaje: de flujo
informativo en una única dirección, de transacción, y transformacional. Importa mucho el contexto de inclusividad
ya que exclusivizar un tipo de aprendizaje es contribuir a la frustación del
desarrollo infantil. Conviene, por tanto, que el docente haga uso de la mejor
combinación de enfoques, haciendo del aula una estancia en la que es posible
encontrar interés y educar la motivación.[9] (Santos
Rego, 2001)
Poniendolo en perspectiva,
nos podemos dar cuenta que “La
realidad educativa, como hoy se presenta, no deja de ser un gran desafío para
la mayoría de los profesores acostumbrados a trabajar con certezas y verdades,
con previsibilidad y estabilidad. Para cualquier ser humano, es difícil
comprender el caos, el orden haciendo parte del desorden, la incertidumbre, la
no-linealidad y la indeterminación, hoy, tan presentes tanto en nuestra
realidad como también en los procesos de construcción del conocimiento y en las
dinámicas que acontecen en los ambientes educativos.” [10] (Moraes,
2007)
Con esto, podemos percibir la urgente necesacidad de
que los profesores reaprendan a enseñar y las Universidades cambien su malla
curricular y su forma de educar, poniendo enfasis en “Una indagación reflexiva
hermenéutica diatópica, se sustentan dialécticas pensadas desde la complejidad
para la formación docente desde el currículum, la educación y la cultura. El
proyecto hegemónico formador de docentes abstrae la cultura en una entidad
objetivada y el currículum y cultura se asientan en su concepción estática.
Desde pisos no reductores se despliegan saberes, participación y
concientización de un colectivo que debe formar a un ciudadano para la vida y
la conformación de las identidades sociales emergentes. En este sentido, la
antropoética y la relación moriniana individuo-sociedad-especie deben
caracterizar a un educador promotor de cambios profundos.”[11] (Rodríguez,
2017)
A
modo de conclusión
La interconexión e interacciones de los objetos, las
personas y el entorno en su conjunto, que sirven como base de la propuesta
educativa, donde el conocimiento debe considerarse como un todo integrado y no
como algo fragmentado. Nos lleva a tomar conciencia de que somos solo un componente de un sistema más general (complejo
y en interacción constante), donde la educación puede ser una fuente efectiva
para que los estudiantes desarrollen la capacidad de comprender otros sistemas
complejos, además de organismos vivos, donde también hay una gran influencia de
las "nuevas ciencias" y las humanidades.[12] (Pereira
Chaves, 2010)
REFERENCIAS
Bonil,
Josep, & Pujol, R. M. (2005). La aventura de integrar la complejidad en la
educación científica de la ciudadanía. Enseñanza de las Ciencias, Extra.
Bonil,
Joseph, Junyent, M., & Pujol, R. M. (2010). Educación para la
Sostenibilidad desde la perspectiva de la complejidad. Revista Eureka sobre
Enseñanza y Divulgación de las Ciencias, 198–215.
Ferguson,
A. (2003). Cambio de paradigmas, complejidad y educación: Breves comentarios
para fundar un debate. Actualidad contable FACES, 6(6), 19–24.
Flores, J.
H. (2015). Complejidad y educación.
Hernández
Barbosa, R., & Moreno Cardozo, S. M. (2007). Qualitative evaluation: A
complex practice. Educación y Educadores, 10(2), 215-223.
Maldonado,
C. E. (2014). ¿Qué es eso de pedagogía y educación en complejidad? Intersticios
sociales, 7, 1–23.
Moraes, M.
C. (2007). Complejidad, transdisciplinariedad y educación: Algunas reflexiones.
Encuentros multidisciplinares.
Pereira
Chaves, J. M. (2010). Consideraciones básicas del pensamiento complejo de Edgar
Morin, en la educación. Revista Electrónica Educare, 14(1),
67–75.
Rodríguez,
M. E. (2017). Currículum, educación y cultura en la formación docente del siglo
XXI desde la complejidad. Educación y Humanismo, 19(33), 425–440.
Santos
Rego, M. A. (2001). Pedagogía holística y gestión de la complejidad en
educación. Revista de educación, 325, 219–233.
Taeli
Gómez, F. (2010). El nuevo paradigma de la complejidad y la educación: Una
mirada histórica. Polis (Santiago), 9(25), 183–198.
Tobón, S.
(2003). Las competencias en el sistema educativo: De la simplicidad a la
complejidad. Bogotá: CIFE.
Torres
Ortega, M. M. (2016). “Los siete saberes necesarios para la educación del
futuro”, por Edgar Morin. Encuesta de Colles, una herramienta para la
caracterización de un grupo bajo el modelo de Blend Learning, 39-48.
[1] Cambio de paradigmas, complejidad y
educación: breves comentarios para fundar un debate (Ferguson, 2003)
[2] El nuevo paradigma de la complejidad y la
educación: una mirada histórica (Taeli Gómez, 2010)
[3] Educación para la Sostenibilidad desde la
perspectiva de la complejidad (Bonil et al., 2010)
[4] Las competencias en el sistema educativo: de la
simplicidad a la complejidad (Tobón, 2003)
[5] ¿Qué es eso de pedagogía y educación en
complejidad? (Maldonado, 2014)
[6] Complejidad y educación (Flores, 2015)
[7] La aventura de integrar la complejidad en
la educación científica de la ciudadanía (Josep Bonil & Pujol, 2005)
[8] Los siete saberes necesarios para la
educación del future. Este es un libro de la UNESCO, desarrollado en un
artículo de esta colección
[9] Pedagogía holística y gestión de la
complejidad en educación (Santos Rego, 2001)
[10] Complejidad,
transdisciplinariedad y educación: algunas reflexiones (Moraes, 2007)
[11] Currículum, educación y cultura en la
formación docente del siglo XXI desde la complejidad (Rodríguez, 2017)
[12] Consideraciones básicas del pensamiento
complejo de Edgar Morin, en la educación (Pereira Chaves, 2010)
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